Columna del Rector: El racismo escolar


Alejandro Álvarez Gallego
Rector
Universidad Pedagógica Nacional


Columna publicada

Abril 29 de 2023

 

El racismo escolar

 

“Cuando Jefferson llegó a la escuela”, sigue contando su profesora, “la maestra a cargo del grupo dijo: ‘Yo no quiero a ese negro en mi salón’, y tocó buscarle otro grupo, pero el niño oyó eso y nunca se le va a olvidar”.
El racismo escolar, Caicedo y Castillo (2022)

 

El título de esta columna corresponde al libro escrito por José Antonio Caicedo Ortiz y Elizabeth Castillo Guzmán, profesores de la Universidad del Cauca, que se lanzó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá el pasado viernes 28 de abril.

Es un libro urgente. En Colombia estamos lejos de aceptar que el racismo existe, y en el campo de la educación y la pedagogía, aún más.

En el continente americano la población afrodescendiente es la segunda, después de los mestizos, y en Colombia ya son diez millones de personas, una quinta parte del total. Las cifras de pobreza y de desplazados afectan mayoritariamente a este grupo, mostrando que hay una geografía del conflicto y una distribución de la riqueza, racializadas. En el libro nos recuerdan que “Más del 12% de esta población está sufriendo los impactos del desplazamiento, y el 98,3% de los afrocolombianos desplazados vive bajo la línea de pobreza”. Eso lo sabemos, pero no lo hemos asumido con la trascendencia necesaria.

El libro de José y Elizabeth se vuelve urgente porque nos ayudan a entender la profundidad del problema, llega, no solamente, al sector educativo para mostrarnos cómo producimos y reproducimos el racismo en las aulas de clase, sino que explora el fenómeno en el nivel de la primera infancia, donde quizás menos se cree que puede existir; de allí su originalidad y su pertinencia.

En uno de los epígrafes, citando a Wallerstein, hablan del racismo como una actitud que pasa por el miedo. Esta es una mirada que nos invita a pensar acerca de lo que nos sucede en las instituciones educativas donde cotidianamente habita el racismo; las pregunta son: ¿a qué le tememos?, ¿qué temen los blancos y los mestizos?, ¿es a lo otro, a lo que nos interroga?

Para responder preguntas de este tenor, los autores identifican los dispositivos que actúan sutilmente en la cultura para configurar ese miedo que se traduce en gestos, palabras, actitudes y violencias que discriminan por el color de piel, pero entienden que lo que pasa en la escuela es apenas una expresión de algo que atraviesa a toda la sociedad y afecta la dignidad humana.

El racismo es visto como un fenómeno que atenta contra la idea misma de humanidad, y en el texto se logra mostrar que el racismo cotidiano, que viene de afuera, pero penetra la escuela, llega a ser un drama existencial que seguramente no hemos dimensionado. Citando a Adriene Rich, en Invisibility in Academe: “Cuando alguien, con la autoridad de un maestro, describe el mundo y tú no estás en él, hay un momento de desequilibrio psíquico, como si te miraras en el espejo y no vieras nada”.

Esas mentalidades que vienen de afuera son verdades que se institucionalizan y se convierten, a través de artefactos sofisticados, en lo que llaman los autores, ‘políticas del conocimiento’. Serían tecnologías de gobierno que reproducen un sistema de valores y estructuran unas jerarquías que se vuelven prácticas legitimadas. Comprender esto no es fácil, y menos asimilarlo, para cambiar nuestras formas de relacionarnos, y si hablamos de educación, cambiar nuestras formas de enseñar. Por eso el autor y la autora hacen un llamado a las facultades de educación y a las escuelas normales para que revisemos los modelos pedagógicos que homogenizan y estandarizan los conocimientos y los valores que allí se agencian.

La obra tiene un capítulo revelador en el que sitúa el foco sobre los textos escolares, y con datos estadísticos muestra la profunda injusticia e inequidad que allí se refleja; desde las imágenes que se usan, el color de piel de los personajes, sus roles y oficios (los negros boxean y juegan futbol), hasta las valoraciones racistas que se mencionan implícita y explícitamente. Aunque los escritores reconocen que estos libros no se escriben para los niños y las niñas, porque están en el nivel de pre-lectura, si están legitimando, a través de los maestros que los usan, una manera de jerarquizar y discriminar a la población afro. Se trataría de una herencia colonial que tanto ha tenido que ver en la mirada que sobre la africanidad aún tenemos.

Pero van más allá de los textos y abordan esta problemática en los currículos mismos, en los sistemas de evaluación y en general en las prácticas pedagógicas propias de los jardines y el preescolar. Algo que consideramos tan cotidiano en la escuela como las celebraciones patrias, el día del árbol, el día del idioma, entre otras celebraciones, están racializadas, para no hablar del famoso día de la “raza”, que se ha debatido más. Basta detenerse, con la mirada aguda de los autores, para descubrir prácticas que deberían avergonzarnos. En su investigación, cuando fueron a hacer observación en las aulas, tuvieron que escuchar afirmaciones como esta: “Carlos no entregó el trabajo final, y usted, negrito, qué pasó que no entregó su trabajo”. Nos aterra leerlo, pero tal vez no nos afecta cuando lo escuchamos, lo dejamos pasar como si fuera natural. En sus conclusiones hablan de una injusticia curricularizada.

Este libro es, pues, una denuncia, pero también es una propuesta que considera que los maestros y maestras, la pedagogía y la escuela en su conjunto, pueden contribuir a reconocer las tradiciones que se han invisibilizado, al tiempo que reivindiquen los valores y los saberes de los pueblos afros, negros, palenqueros y raizales. La misma escuela es la que puede ayudar a develar el racismo social que se ha ocultado bajo el ropaje de universalismos y verdades que parecen incuestionables. El llamado también es a aquellos que deciden las políticas para que reconozcan de una vez por todas el racismo como un problema educativo.

Estamos informados, quienes formamos maestros y maestras, quienes están al frente de las instituciones educativas, quienes orientan las políticas educativas. No podemos eludir nuestra responsabilidad, es un tema urgente.

Leer columnas anteriores